lunes, 28 de mayo de 2007

Crónica de D&D .::Incursión y Emboscada::.


Hechos aciagos acababan de acaecerles, pero ellos debían reponerse. Así fue como vimos por última vez a nuestros héroes, con el enano Drebb volviendo de entre los muertos, el caído Corian esperando su destino y a Galdar el clérigo y Smito 'Manos Ligeras' agotados por el esfuerzo.

Estaban en casa de la sacerdotisa Shandril, la cual les ofrecía su morada para que descansasen un poco antes de partir, antes del alba según su última conversación con Arlen. Ellos aceptaron su hospitalidad, sin ganas de hospedarse en la Cocatríz o cualquier otra posada en tales circunstancias, pero decidieron en último momento descansar hasta el amanecer, ya avisarían a Baran o Lauriel al despertar.

Y el despertar tardó más de lo planeado, ya que Shandril avisó a Drebb de la salida del sol, pero éste decidió que el grupo no había descansado lo suficiente y no avisó a nadie más. Al cabo de casi dos horas más tarde, se levantaron. Mientras Galdar y Drebb obtenían viandas y el último vial de curación de la siempre bondadosa y samaritana Shandril, Smito se acercó a la torre de la guardia de Fairhill, para hablar con Lauriel y reclamar la ayuda prometida.

Tras una breve conversación en la que Lauriel se interesó por los planes de actuación de los aventureros, y por la seguridad de los hombres que iba a dejar a su cargo, le comentó al mediano que 5 hombres y monturas para todos estarían preparados en un rato, en la puerta de la casa de Shandril.

Mientras ultimaban sus preparativos, apareció Lauriel con los hombres y los caballos prometidos. Eran 5 guardias del poblado, el delgado Belgon, Aldan el más bajito, Fidpin de mandíbula prominente y los gemelos pelirrojos Nugor y Gorun.

Tras las presentaciones, partieron directamente hacia las ruinas a toda velocidad. Bordearon el río hasta llegar al vado, al sur del poblado. Lo atravesaron, dejando atrás la bifurcación del camino, la cual se dirige a la ruta comercial de nuevo, para llegar al linde del bosque, donde la escondida vereda en la espesura les volvía a mirar recordando la matanza de la noche anterior.

Deliberaron cual sería la mejor opción, si seguir el camino secreto el cual nunca recorrieron hasta el final, o continuar con los caballos por el antiguo, que era posible recorrer montados, cosa que el otro no. Decidieron continuar con las monturas.

Pasaron unas horas más de camino, la última a pie llevando a los caballos de las riendas ya que la espesura así lo marcaba. De pronto, un sonido entre los árboles hizo adelantarse al mediano. A la vez que este se acercaba a los matorrales, un gruñido alertó al resto de la compañía a sus espaldas.

Se trataba de la druida Alaris y su lobo Nirm, así es como se presentaron. Rondaba los alrededores de las ruinas buscando a su grupo, desaparecido en extrañas circunstancias. Una vez hubieron comentado sus situaciones, decidieron que sus caminos compartían, de momento, el mismo destino, las ruinas de la fortaleza, las cuales se encontraban a no más de unos metros.

Continuaron el trecho que les separaba de su objetivo, y al llegar vislumbraron lo que parecía ser la antigua entrada principal de la fortaleza, un gran muro con un gran portón de hierro en no muy buen estado cerrado a cal y canto.

Por allí no podían entrar, y explorar los alrededores toda la compañía no era buena opción, podrían llamar la atención, así que se adelantó Smito hacia la torre oeste.

Oculto en la espesura colindante a la fortaleza, el mediano observó una puerta de entrada alternativa, la cual estaba cerrada por un gran candado, un candado que debería poder abrirse con una gran llave, como la que guardaba Galdar...

Mientras pensaba en dicha posibilidad escuchó a alguien acercarse por el muro oeste. Agazapándose aún más, y adoptando la casi invisibilidad propias de su gente, pudo ver a una partida de orcos que se dirigía al bosque, a su izquierda. Al observar mejor la dirección se dio cuenta de que una estrecha senda se abría. Sería el camino secreto que encontraron kilómetros atrás que desembocaba aquí. ¿Se dirigirían al poblado de nuevo?¿irían a buscar a sus caídos compañeros? Con estas dudas e inquietudes en su cabeza, volvió Smito hacia donde estaban esperándole sus compañeros, en la espesura frente a la puerta principal.

Al llegar discutieron las posibilidades que tenían, decidiendo al final actuar de la siguiente manera: Enviarían a Aldan en un caballo a Fairhill para avisarles de que quizá podían sufrir un segundo ataque. Mientras, Smito y Alaris se adentrarían en la fortaleza por la entrada descubierta para explorar al enemigo. Y el resto, excepto el enjuto Belgon que aguardaría cerca de la entrada al camino principal con los caballos, tendería una emboscada en la senda secreta a la partida orca para acabar con ellos a su regreso.

De este modo, el pícaro y la druida, utilizando la llave de hierro, la cual sirvió para abrir la puerta trasera, se adentraron en la oscuridad y la humedad de los castigados muros de la desconocida fortaleza. Con el sigilo como prioridad y sorteando diferentes salas y pasadizos, al cabo de una hora larga salieron sin ser vistos por el mismo sitio que habían entrado, corriendo a reunirse con sus camaradas para contarles lo que habían visto.

En ese tiempo, Galdar estuvo tentado varias veces de entrar en busca de sus compañeros, ya había pasado demasiado tiempo, podrían estar en peligro. Pero el enano Drebb no se alteró, habían decidido tender una emboscada a los orcos, y no abandonarían su posición simplemente por una hora, aún era pronto para pensar que les había pasado algo.

En ese tiempo, el enano se ausentó varias veces a la arboleda para entretenerse mientras esperaba, en unas prácticas un tanto peculiares para la situación, mientras los guardias del poblado se miraban extrañados y sorprendidos frente a tan sorprendente actitud en tales condiciones de alerta.

Finalmente, Alaris y Smito aparecieron, contándoles al resto lo que habían encontrado. Como mínimo uno o dos centinelas en un campanario, desde donde controlaban la mayor parte de la parte exterior de la fortaleza, y dos más en un terraplén construido sobre el muro derruido de la parte oeste.

¿Qué debían hacer? La ya tan conocida pregunta les llegaba a sus cerebros de nuevo.

El ansia de sangre de Drebb y las mentalidad estratégica de Smito se posicionaron en seguir esperando y emboscar a la partida orca que había salido. Hiciesen lo que hiciesen, volvería, y 5 orcos menos siempre es mejor que 5 orcos más, y más si uno de ellos es un mastodonte, como el que encabezaba la partida que esperaban.

Los guardias estaban intranquilos, no solían entrar en combate normalmente, Fairhill era un poblado tranquilo. Alaris estaba desconcertada, entrar en combate directamente para aniquilar vidas de este modo... al fin y al cabo ella necesitaba entrar en la fortaleza, averiguar algo, había otra maneras, o no...

De todos modos, la cosa so se hizo esperar. Por el camino se escuchó llegar al grupo de orcos regresando. Todos estaban en sus puestos. El silencio dolía en los oídos. La respiración nerviosa hacía subir y bajar los pechos de los emboscadores. El momento ya había llegado. Un poco más, pensaba Drebb. No, todavía no, no, aún no, casi...Ahora!!!

Con un grito que desgarró el aire el hacha del enano hendió el aire y el hombro del caudillo orco, haciendo saltar astillas de hueso y salpicando sangre a su alrededor, a la vez que la lanza de Alaris atravesaba su muslo haciendo brotar una fuente de líquido oscuro y levantando un alarido de dolor en la criatura. El resto del grupo se abalanzó sobre los otros orcos, excepto Smito que castigaba a los enemigos con su honda desde la copa de un árbol.

De repente, uno de los orcos, viendo la dirección que estaban tomando los acontecimientos decidió salir corriendo hacia la fortaleza. Pero no fue lo suficiéntemente rápido. Alaris, que se percató de inmediato, dejó a Drebb con el caudillo medio muerto y salió en su búsqueda. Galdar, al verla, salió en su ayuda.

El triste orco sólo tuvo tiempo de correr unos metros, ya que plantándose en medio del bosque, separando las piernas, respirando profundamente y entrando en comunión con la gran Madre, Alaris canalizó la fuerza de la naturaleza y descargó una llamarada de fuego en la espalda de su enemigo, derribando a éste justo a tiempo para que el clérigo, pasando veloz como una sombra por su lado, cayese justiciero encima suyo y atravesase con la espada de Shandril el cuello del orco.

El dolor, la sangre y la muerte se alzaban en esos bosques por segunda vez, la situación volvía a repetirse tan solo un día después. Pero esta vez el desenlace fue distinto. El cabecilla de la partida orca no tuvo tiempo ni de llevarse la mano al mango de su hacha que su cabeza descansaba bajo la bota de Drebb. El resto sucumbió en un abrir y cerrar de ojos, siguiendo a su cabecilla al mismísimo abismo.

No quedó ni uno solo.

Fidpin, Nugor y Gorun habían luchado como valientes, aunque Gorun estaba muy malherido, había sido el más castigado por los orcos y además, en el fragor del combate su propio hermano le había herido sin querer.

Tras saquear los cuerpos , sacándoles todas y cada una de las corazas y armas inclusive, decidieron enviar a los dos hermanos pelirrojos de vuelta al poblado con todos los objetos obtenidos. Informarían de todo lo que sabían. Debían estar preparados en el poblado para cualquier cosa, incluso enviarles ayuda si hacía falta.

Se reunieron con Belgor en el linde del bosque de la entrada principal, el cual se había quedado guardando los caballos. Le contaron lo sucedido y, al hacerlo, se dieron cuenta de que no sabían que les esperaba en los otros muros de la fortaleza. ¡Aún no la habían rodeado!

Por tercera vez, Smito salió a explorar, cubierto por la espesura del bosque, el perímetro del castillo. A su regreso, todos supieron que las murallas estaban vigiladas por bastantes más centinelas. No sería trabajo fácil entrar, si eso era lo que querían hacer.

De nuevo las diferencias se daban entre el poco cohesionado grupo de aventureros. Entrar o volver símplemente a informar.

Smito no veía necesidad de arriesgar más sus vidas, ya habían hecho suficiente de momento, debían regresar. Para Alaris, ir al susodicho poblado no le aportaba nada, ella debía encontrar a los suyos y eso sólo la relacionaba con la fortaleza. Drebb quería entrar también, su misión principal no era el crisol ni Fairhill al fin y al cabo. Galdar se mantenía sereno como siempre.

Las dudas del mediano se acrecentaban por la falta de información a la que estaba siendo sometido. Los guardias se miraban extrañados por lo que se estaba diciendo, además Gorun necesitaba atención urgente.

Dejando sus diferencias para más tarde, enviaron al herido y su hermano de regreso a la Aldea.

Esto no había hecho más que comenzar...

1 comentario:

  1. Mi más sincera enhorabuena por la crónica. TA QUEDAO, PUTA MADRE.

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